miércoles, 26 de agosto de 2015

Lo que me dejó tu invierno

Helará sin ti.
Me traicionará diciembre
sin tus manos, cuando
las campanas se retuerzan
en una melodía alegre
que en mi alma sonará funesta.
Helará en las plazas,
en la arena que una vez pisamos,
en la ternura bajo cero,
en las frases de amor sin retorno.
Las luces de los escaparates
chillarán que estoy sola,
y la felicidad, tan esquiva y ajena,
me recordará lo lejos
que está tu lengua de mis labios.
Caducará el hojaldre
mientras te espero, el azúcar
amargo de todas las despedidas,
las uvas ermitañas que
atragantarán de nuevo mi pena.
El buzón seguirá vacío,
con la factura de la nostalgia
como única correspondencia,
mientras cientos de postales
pasarán esquivas por mi lado.
Pero tú no escribirás.
Y diciembre será más cruel
este año. Si te hubiera perdido
en abril todo sería distinto, todo.
El hielo ya ha sepultado
la mirada lasciva, y mi sombra
de ojos sólo pinta la tristeza.
Me torturarán las risas
de los enamorados, sus manos
odiosas y enlazadas, la envidia
trepando por las mías,
los sabañones del abandono
amoratando cada vena.
Agónica, en este invierno
que va desangrando atardeceres.
En este beso coagulado.

Rocío Rubio

Publicado en Los mejores poemas del XXII Premio de Poesía Luz

martes, 4 de agosto de 2015

El embuste de la memoria

Invocación para salvarme de tu olvido,
para que una pedrea de besos fingidos
no lapiden mi excitación recién nacida.
Invocarte cuando llega nuestra hora,
antes de que ardan todas las playas.
Recordarte, repensarte, rememorarte.
Congelar palabras ebrias
para alimentar mi vanidad ficticia,

mi necesidad imperiosa de ser amada.
Desmenuzar gemidos tuyos a destiempo,
desdibujar el arcoíris de tu alegría cuando
entonces me celebrabas, amor remoto.

Obligarte a retenerme como yo te recuerdo.

Rocío Rubio

sábado, 11 de abril de 2015

Aquella feria

Disculpa si me acuerdo de ti.
Disculpa si rastreo tu nombre
en nichos de páginas lejanas,
en direcciones que me devuelven
tu imagen terriblemente alegre.
No quise buscarte pero lo hice.
El teclado en el que hundo las manos
tiene las letras gastadas,
ciegas de tanto como te invocan.
Un maremágnum alfabético donde
naufraga –eléctrica- mi locura.
Saber que puedo reventar a besos
la pantalla, y que ni siquiera te
enterarás del chasquido de mi lengua,
de la lágrima que amenaza con
provocar el cortocircuito, el fundido
que te alejará de mi vista para siempre.
Te escribo -sin tabuladores- que te amo,
pero la frase se extravía
en no sé qué cuerpo de texto.
En códigos binarios que no llegaré
a descifrar, por más que invente
un amor de arrobas y mayúsculas.
Sólo quería asomarme a tu vida.
Decirte tres evocaciones desordenadas.
Decirte que aún retengo aquella feria,
la ginebra dormida
en el dobladillo de los labios,
la cintura ebria que arrasó la madrugada.
Decirte que enmarqué los lunares
de mi traje por donde pasearon
una y otra vez tus manos.
Pero no encuentro símbolos
en este infierno cibernético
que te lo haga saber, que te despierte
los recuerdos exiliados,
ahora que un océano nos separa.
Por eso abandono la frase
sin sujeto, y la reflexión
del beso elíptico, y la feriante noche
en la que desnudé camisas.
Disculpa, por última vez,

si no me atrevo interrumpir tu vigilia. 

Rocío Rubio