Noches de noviembre.
Murciélagos que se avergüenzan
de su herencia sanguinaria,
grillos que yacen afónicos
al borde de alcantarillas.
Noche, mi noche.
Cuántos cuadernos emborronados,
cuántos trazos en los que enmarañé
tu espectro.
Líneas difusas en cuadrículas
de horas desperdiciadas en
colegios,
lejana memoria de los días
en los que entonces –sólo entonces-
te tocaba.
Rememorada época de una
adolescencia
que no tuve conciencia de vivir.
Pinturas rojas resistentes al frío,
bragas impermeables a deseos ajenos
y muslos a la intemperie quedan
lapidados
Falda que remangué en la
clandestinidad
de un baño femenino.
Diluí en aguarrás mis letras de
canciones,
compré un sofisticado bicarbonato
para extinguir tu aliento de mi
aliento,
y hasta colgué de alfileres
tu risa endeble, hoy deshidratada.
Nuestro noviembre sobrevive,
va y viene cada otoño.
Sobreviven las lágrimas bajo cero,
mi deseo de velar esta noche
tétrica.
Mira qué silencio a nuestro
alrededor.
Devoré las alas de los murciélagos.
Ya nada por atragantarme queda.
Rocío Rubio
Finalista en la XIV edición del certamen Arte Joven
Rocío Rubio
Finalista en la XIV edición del certamen Arte Joven
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