viernes, 29 de marzo de 2013

Las corcheas de la desgracia


Nunca una guitarra. Nunca una cuerda
que eclipse mi llanto desafinado,
el aria de mis sollozos no entendidos,
la voz de mi desaliento a capela.
Nunca un violín que adorne
un desamor ridículo, huérfano voluntario
de orquestas barrocas.
Odiar es más sencillo si no hay música.
Claro que es fácil repudiarte cuando
se han quemado todas las sinfonías,
los sonidos que inspiraron mi obra mutilada.
Perdida en la sordera de tus sílabas,
reinvento nuevos compases en los que
cultivar mi esquizofrenia auditiva.
Me he exiliado de todas las escalas.
Ya nunca volveré a componer.

Rocío Rubio














Finalista del I Certamen de Poesía de Amor "Ishbiliya"

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